Imaginad un país devastado por una guerra civil durante más de diez años. El país del mundo donde mueren más mujeres al dar a luz. El lugar más azotado por el ébola. Un país con una esperanza de vida de tan solo 57 años.
Con este panorama, limitarse a sobrevivir parece una buena idea.
Pero KK tiene otros planes.
Hace dos años, en pleno auge de la epidemia, las escuelas cerraron. Por aquella época, el padre de KK falleció, y ella, con 17 años, se vio obligada a ayudar a su familia, trabajando en una verdulería, y fabricando bolsos y sombreros para venderlos a los pocos turistas que llegan a este rincón de África: Bureh, un pueblo costero al sur de la capital, Freetown. Bureh esconde un secreto: en ese recóndito lugar, se haya la única rompiente de todo el país.
En medio de esta situación, Kadiatu Kamara encontró refugio y consuelo en el mar. La mayoría de las chicas de su edad apenas lo han pisado. Ni siquiera saben nadar, y muy pocas han oído hablar del surf. Pero KK mira al horizonte, en silencio, con una tabla bajo el brazo. Se santigua, y camina decidida hacia el agua. Nada de bikinis bonitos, pegatinas de sponsors, o trajes de gama alta. Apenas una vieja licra y un bañador de chico.
El Atlántico la recibe impaciente, fuerte, pero ella es digna rival. Se tumba sobre la tabla y rema hacia el pico, con la determinación de quien se sabe en paz.
Y entonces llega su recompensa. Un take off ágil, y la ola hace su magia, mientras el rostro de KK dibuja una sonrisa.
El pasado mes de mayo, los filmers británicos Daniel Ali y Louis Leeson se encontraban por las costas africanas persiguiendo olas para sus videos, cuando varios surfistas extranjeros les hablaron de KK. Pensaron que la historia de esta heroína merecía ser contada, y por eso se establecieron en el Bureh Beach Surf Club durante dos semanas. Quince días en los cuales se convirtieron en la sombra de KK. Habían decidido convertirla en protagonista de su propio documental.
El Bureh Beach Club fue fundado por un irlandés hace 4 años, con la idea de promover el deporte entre los jóvenes y darles una alternativa de futuro. Ahora cuenta con 19 socios, de los que KK es la única fémina. De hecho, es la única chica surfera de todo el país. Pero está dispuesta a dejar de serlo. En una sociedad donde la diversión y el ocio están reservados para los hombres, ella lucha por que otras se le unan. KK no quiere ser la única sonrisa en el pico.
El documental “A Million Waves” (Un millón de olas) verá la luz este otoño en teatros y cines de Europa.
Por Helga Molinero / Twitter: @HelgaMolinero